De oca en oca y tiro porque me toca: de edición en edición, yendo un paso más adelante cada vez, el equipo del (S8) al completo ya está pensando en la siguiente. Finalizada la cuarta, y aún acabando de atracar tras nuestra travesía por tierras argentinas (haciendo escala por utópicos territorios también) ya vamos preparando las naves para adentrarnos por nuevos y exóticos mares, que a su debido tiempo iremos desvelando.
Entretanto, aún nos queda fresca en la memoria la impresión, impalpable pero patente, que dejó Claudio Caldini en A Coruña al rematar la retrospectiva de su obra con una performance de clausura intensa y emocionante. Unos días de adentrarse por los jardines misteriosos del cine del argentino que tuvieron su prolongación en el taller de cine expandido que tuvo lugar tras la Mostra en el MAC Unión Fenosa.
Todo empezaba días atrás cuando en el Teatro Colón bisnieta y tataranieto de Georges Méliès narraban y musicalizaban las películas de su ilustre antepasado. El cine como lugar habitado por fantasmas, dominios en los que cualquier cosa podía pasar. Como dominios para la posibilidad fueron también los que nos mostraron Ben Rivers y Ben Russell a través del ciclo Lo desconocido, que se adentró en los estados de consciencia alterados y en las representaciones reales o ficticias de la utopía.
La vía abierta por Claudio Caldini hacia el país invitado de esta edición, Argentina, rodeó sus veredas de intrincada vegetación. Empezando por la breve pero frondosa Antología fantasma, en la que Pablo Marín trazó un recorrido por la caprichosa historia del cine experimental argentino, y siguiendo por la prolongación de esa misma historia materializada en la generación actual de cineastas, de la que Magdalena Arau eligió como representación el trabajo del mismo Marín, Pablo Mazzolo y Sergio Subero. Arau también trajo, por otra parte, una selección de joyas que ARCA (Archivo Regional de Cine Amateur), ha ido rescatando por Argentina: de la ficción al documental pasando por el cine familiar, en un programa singular. Y dotando también de una significativa base histórica a este recorrido, la sección Archivos Históricos contó el buen hacer de Fabio Manes y Fernando Martín Peña, directores del programa de Espacio Filmoteca de la TV argentina: desde el cine mudo hasta la ópera prima del sin par Leonardo Favio pudieron verse en esta edición del (S8).
Pero no todos los tesoros escondidos vinieron de ultramar: tan cerca y tan lejos, los primeros trabajos en Super 8 de Jaime Chávarri salieron a la luz después de largos años escondidos, de la mano de la labor de Luis E. Parés. La frescura de su cine primigenio y el efervescente ambiente del Madrid de finales de los 70 se dejó ver en Run, Blancanieves, Run y Ginebra en los Infiernos, presentadas por un brillante y siempre lúcido Chávarri.
Sinais, mirador desde el cual el (S8) otea y detecta lo más interesante que ocurre por tierras gallegas, fijó este año su vista en Lois Patiño y Miguel Mariño. El 2013 ha significado en muchos sentidos la confirmación internacional de Patiño, de quien pudimos ver una retrospectiva y dos instalaciones. Mariño, uno de los pocos “cineastas expandidos” en Galicia, formó también parte de la sección Desbordamientos, precediendo a Claudio Caldini, con una performance que se sumergió en la línea del horizonte marino.
Fuera de las salas también hubo acción: desde el encendido y polémico debate generado en el Observatorio en torno a la nueva crítica de cine, a la presencia del joven festival chileno Antofadocs con una instalación en un contenedor en Los Cantones, a la representación y taller infantil que trajo este año el Mini (S8), en el que A la sombra del títere revivió el ilusionismo y la fantasía de Méliès para los niños.
Y aún con todo esto fresco, incansable, la organización del (S8) ya lleva un rato conspirando para su próxima edición. La quinta, que como a su número redondo corresponde, ha de traer buenas nuevas. Aquí seguimos al pie del cañón.